Había una vez un director de un parque natural llamado Pedro. Aunque se suponía que Pedro debía proteger y preservar la belleza natural del parque, resultó ser un líder inepto e irresponsable. En lugar de cuidar del parque y sus habitantes, permitió que se construyera un enorme y ruidoso pozo junto a un manantial, un pozo que bombeaba tanta agua hacia la ciudad cercana que en apenas dos horas aquel manantial se secó por completo.
Cuando el agua del manantial se agotó, el arroyo comenzó a secarse. Los animales del bosque perdieron su fuente de agua y comenzaron a morir de sed. Los árboles y las plantas se marchitaron. Las cascadas enmudecieron y el aire se llenó de tristeza.
Los primeros en sufrir fueron los ciervos. Acostumbrados a beber en el arroyo, se vieron obligados a buscar agua en otros lugares. Sin embargo, no todos tuvieron éxito. Algunos ciervos murieron de sed, incapaces de encontrar agua suficiente para sobrevivir, y otros murieron enganchados al intentar saltar las vallas de alambre de espinos que separaban aquel valle de los valles cercanos.
A medida que el tiempo pasaba, las flores silvestres también comenzaron a desaparecer. Sin agua, no podían crecer ni florecer. Sus colores vibrantes y sus dulces fragancias desaparecieron gradualmente, dejando el bosque sin su belleza característica.
Los pájaros también sufrieron las consecuencias. Sin agua para beber ni insectos para comer, muchos pájaros abandonaron el bosque en busca de lugares más hospitalarios. El canto alegre y melodioso que solía llenar el aire se silenció por completo.
E incluso los insectos más pequeños sintieron los efectos de aquel pozo. Las mariposas ya no revoloteaban entre las flores, y las abejas ya no zumbaban ni recolectaban néctar. El equilibrio natural del bosque se vio alterado, y la vida parecía desvanecerse lentamente.
A medida que aquel valle se volvía cada vez más árido y desolado, los visitantes dejaron de venir y el parque natural perdió su encanto.
Un vecino, alarmado, fue a visitar al director del parque natural.
– Pedro, ¿has visto lo que está pasando?
– No te preocupes, todo está bajo control – dijo Pedro satisfecho -. Este pozo no afectará al manantial.
– Pero, Pedro, ¿no ves que el arroyo se está secando?
– No seas alarmista – respondió Pedro -. El manantial siempre ha tenido altibajos. Todo volverá a la normalidad pronto.
– ¿Dónde está el agua? Tengo sed – dijo un ciervo que escuchó la conversación.
– No te preocupes, ciervo. Lloverá y el agua volverá pronto – afirmó Pedro sin mucha convicción, pues los diez últimos años habían sido los más secos y calurosos que se recordaban.
– ¿Dónde están los insectos? – cantó un pájaro -. No hay nada que comer.
– No te preocupes, pájaro. Los insectos volverán pronto… – contestó Pedro.
– Pedro, esto es un desastre – insistió otro vecino -. Los animales están muriendo y las plantas se están marchitando.
– No seas dramático. Todo se arreglará pronto… – insistió Pedro.
– ¿Qué ha pasado aquí? – preguntó un visitante recién llegado- . El parque parece un desierto. ¿Dónde está la cascada?
– Pedro permitió que se construyera un pozo que está secando todo el valle – respondió un anciano con mirada triste y voz apagada.
– Esto es inaceptable – exclamó el visitante -. Debemos hacer algo para detenerlo.
– ¡Sí! – dijo una mujer decidida – ¡Unámonos y exijamos la renuncia de Pedro!
Y eso fue lo que pasó. Un grupo de vecinos que amaba aquel valle decidió enfrentarse a Pedro y exigir su renuncia. Organizaron protestas pacíficas y difundieron información sobre el silencio y la inacción de Pedro. A medida que más personas se unían a la causa, la presión sobre Pedro aumentaba.
Finalmente, Pedro se vio obligado a renunciar debido a la presión popular. Los vecinos consiguieron cerrar aquel pozo, y trabajaron arduamente para construir una tubería hasta un embalse cercano y traer desde allí el agua que necesitaban, y poco a poco el valle recuperó su antiguo verdor.
Con el tiempo, el parque natural volvió a ser un lugar próspero y hermoso. Las cascadas volvieron a fluir, los ciervos volvieron a saltar, las flores mostraban la belleza de sus colores y los visitantes regresaron, maravillados por la belleza natural que los vecinos de aquel lugar habían ayudado a preservar. Aprendieron una lección importante sobre la importancia de elegir líderes responsables y comprometidos con la protección de la naturaleza.
Este cuento nos recuerda que todos tenemos la responsabilidad de cuidar y proteger nuestro entorno natural. También nos enseña que debemos estar dispuestos a alzar la voz cuando nuestros líderes no cumplen con sus responsabilidades. Solo así podemos asegurar un futuro sostenible para las generaciones venideras.
Espero que te haya gustado el cuento. Cualquier parecido con lo que está sucediendo en la Sierra de Aracena, con motivo del pozo que ha hecho Giahsa en julio de 2023 junto al manantial del arroyo Fuente del Rey, que ha secado por completo la Cascada de los Molinos es lógicamente pura coincidencia fruto del azar.